Ciudad de México enfrenta una creciente ola de violencia que desafía la imagen de seguridad que muchos capitalinos aún conservan. La reciente ejecución de Ximena Guzmán, secretaria particular de la jefa de Gobierno, Clara Brugada, y de su asesor José Muñoz, ha puesto en evidencia que la capital no está exenta de los embates del crimen organizado que azota al país.

Este hecho, ocurrido el pasado martes, ha cimbrado al entorno político local y deja al descubierto la fragilidad de la seguridad en una urbe que promedia 2.6 homicidios diarios durante 2025, según cifras oficiales. Entre enero y abril, se contabilizaron al menos 327 asesinatos, y en las primeras tres semanas de mayo ya suman 37 más, de acuerdo con datos preliminares de la Secretaría de Seguridad Ciudadana.

Aunque los homicidios ocurren todos los días en distintos puntos de la ciudad, casos como el de Guzmán y Muñoz destacan por su impacto político y mediático. Estos crímenes, presuntamente relacionados con grupos criminales, demuestran que incluso quienes ocupan cargos de alta visibilidad pueden convertirse en blanco de la violencia.

Ciudad de México, con más de nueve millones de habitantes, es también el corazón político y económico del país. Alberga los poderes federales, las principales instituciones financieras, y una intensa vida cultural y social. Su dualidad —entre zonas de lujo y espacios profundamente marginados— la convierte en terreno fértil para actividades ilícitas. En el ámbito político, gobernar la capital ha sido una plataforma clave hacia la presidencia, como lo demuestra el historial de los últimos mandatarios federales.

El asesinato de los colaboradores cercanos a Brugada es considerado el crimen de mayor perfil desde el atentado contra Omar García Harfuch en 2020, cuando el entonces secretario de Seguridad sobrevivió a un ataque orquestado por el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). Aquel ataque, ejecutado con un impresionante arsenal y 28 sicarios, fue interpretado como un mensaje directo al gobierno de Claudia Sheinbaum, entonces jefa de Gobierno y hoy presidenta del país.

Estos hechos evidencian que la violencia organizada no solo ha penetrado en los territorios más vulnerables, sino que también ha alcanzado el núcleo del poder, desafiando los esfuerzos por preservar la seguridad en la capital.

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